jueves, noviembre 22, 2012

Enamorado de la muerte

Era 14 de febrero.
El amor brillaba en el ambiente.
Y un año mas, iba a buscar a su amor.
A su deseo.
Su pasión, su dedicación.
A su vida. Y como su deber, le lleva unas flores.
El no quiere parecer poco generoso a sus ojos pero este es de los mejores regalos. Le lleva las flores porque ella no es de dulces. Siempre se los acaba comiendo el o sus compañeros. Ademas le gusta cualquier detalle que tenga con ella, es muy agradecida.
Su amada es muy detallista, y todos los días tiene algún regalo. Sus compañeros se lo traen con un jocoso "otro regalito". Mientras se lo acercan, le cuentan lo que podría ser. Suelen ir bien encaminados, pero no siempre aciertan.
Es fría, piensa, pero despierta en el las pasiones mas ardientes.
Sus amistades le dicen que le dedica mucho tiempo, pero el se encoge de hombros y contesta que ella es su vida, es lo que siempre quiso, y lo que siempre querrá. Además, estar con ella es lo mejor que le puede pasar, se convence a si mismo con esas palabras.
Ir con ella por las noches, aunque le despierte, el siempre esta para lo que ella necesite, para lo que le pida.
Recuerda, cuando entra por su puerta, nota su olor, su fragancia e invaden cada poro de su cuerpo. Son sensaciones extrañas pero únicas. Excitaciones diarias, con sus miembros. Siempre explorando rincones nuevos y diferentes. Siempre con sus regalos, y los míos, los caprichos que nos concedemos por el bien común.
Pero estas maravillosas sensaciones nunca las cuenta a sus amigos. Cuando lo hace le dicen que vive obsesionado. Así que, calma su corazón y solo se muestra en privado, únicamente se deja llevar en la mas estricta intimidad.
Solo con recordar las sensaciones se estremece. Experiencias únicas con sus otros amigos, esos regalos con los que habla, a los que comprende y analiza. Aunque no son de conversar, tampoco le interrumpen, ni le cuestionan.
Y así, embriagado en sus pensamientos llegó a su destino.
Su deber.
Su pasión.
Ya no era su deber. Era su vida.
Entró, dejó el ramo de flores sobre a mesa y se encontró con un obsequio nuevo. Que detallista es siempre, piensa.
Un corazón parado sobre la mesa, mientras el suyo disfruta de un nuevo día.
Un amante de su vida, trabajando para la muerte.
El regalo venía con una flecha clavada en el pecho.
Ante la ironía de la fecha solo pudo decir:
"Enamorado de la muerte"